En nuestro siglo, la velocidad de los cambios tecnológicos y sociales desafía las capacidades de cualquier imaginación. El presente es de mutación tecnológica, de comunicaciones inmediatas y efímeras, de encuentro entre pueblos y culturas diferentes, de migración de los datos, informaciones, dineros, trabajos y personas. El presente es el vértigo.
Este es un clima que prácticamente ha barrido con el espacio de las humanidades tradicionales y con el de la reflexión y la distancia propias de su trabajo. Hoy las humanidades ya no son puente entre las disciplinas. Parecen aspirar a tecnificarse, a ser una de las muchas especializaciones que van repletando el mundo académico y universitario, incomunicadas unas de otras. Menos «útiles» que otras especializaciones, parece, en términos de rendimiento económico inmediato, de «impacto» cuantificable, de formularios burocráticos.
Además, los nuevos tiempos parecen haber ido cambiando la noción misma de lo que es «humano». Y, entonces, ¿qué pasa con las «humanidades», en tiempo de los cyborgs o de los avatares? Si el «ser humano» pasa hoy por su interacción con tecnologías que modifican su manera de conocer, de pensar, de interactuar y de existir, las «humanidades» de este nuevo humano podrían ser muy distintas a las que conocemos. Podrían tener papeles muy distintos en la sociedad. Podrían iluminar zonas de la mente que aún no conocemos bien (gran parte de la mente humana es todavía tierra incógnita). Podrían, por el contrario, contribuir a adocenar a la gente, a transformarlos en meros instrumentos de producción de valor en un sistema cualquiera.
El título, Redefinir lo humano, se me ocurrió escuchando a Edmundo Paz Soldán, novelista boliviano, autor de muchos libros, entre ellos Iris. En la conversación posterior se planteó algo especialmente interesante. Dada la rapidez de los cambios en el mundo, la ciencia-ficción, antes un género secundario y un placer más bien culpable, había llegado a ser una forma que resultaba más «realista», entre comillas, que las descripciones de hechos y costumbres del presente, que caducan en un dos por tres. Y la ciencia-ficción ilumina posibilidades tanto utópicas como distópicas del futuro.
Los seres «humanos» (también entre comillas) en esas novelas no son los seres humanos que hoy conocemos. Desafían lo que entendemos por «humano». Son seres que han extendido sus capacidades gracias a la tecnología, por una parte, y que por otra han comprometido sus conciencias, tal como se entiende hoy la conciencia. Están ubicados en sociedades alarmantes para un lector. Esa es la función de una novela distópica. Dar curiosidad por las posibilidades «humanas», entre comillas, y preocupar también por esas nuevas posibilidades.
Entonces pregunté: y si cambia «lo humano», en el futuro; o si ya ha cambiado, ¿qué pasa con las «humanidades», que hoy toman su nombre de una noción de lo humano que tal vez no está vigente, o que caducará rápidamente?
Es un tema de actualidad suma. De eso tratará la conferencia.
Adriana Valdés
Octubre de 2017
*Adriana Valdés: Ensayista, crítica literaria y traductora. Docente e investigadora universitaria. Autora de “Composición de lugar, escritos sobre cultura”