Por: Hugo Pérez White
La violencia llega envasada desde cualquier país, listo para ser consumida en nuestros hogares donde están los niños que son los mejores clientes para convertirse en seguidores de ejemplos violentos en que la muerte y la destrucción son los ejes principales de las tramas que dan colorido a la acción.-
La televisión muestra misiles, bombarderos, armas automáticas, luchas orientales, sangre y muerte a cada instante y ese lapso es fatal para la frágil e imaginativa mente infantil, que todo lo capta.-
El hombre aprende viendo, escuchando, tocando, gustando, oliendo y algunos ya usan un sexto sentido, que es la intuición la cual le sirve para adelantarse al peligro, defenderse de sus eventuales enemigos y luchar para mantenerse vigentes.-
Hemos sido testigos oculares de imágenes, que nos muestran los horrores vividos en algunos países, víctimas de actos terroristas que han costado la vida a miles de personas.-
La violencia se está impregnando en la sociedad como un sinónimo de convivencia social y eso hace mal al espíritu pacifista que pregonamos insistentemente y el resultado lo vemos con preocupación en los colegios, en la calle, en los hogares y desgraciadamente también se manifiesta en los medios políticos donde el debate de ideas y la búsqueda de consensos a veces no se consigue debido a las confrontaciones verbales salpicadas de mezquindades y descalificaciones.-
En este concierto de maledicencia colectiva en que no hay sentimientos humanos de por medio, no podemos estar ausentes en nuestro país y es así como a cada instante se ven situaciones conflictivas que muchas veces terminan en muerte y destrucción.-
La destrucción de las familias, las separaciones y divorcios, el tabaquismo, la ingesta desmedida de alcohol y las diversas drogas que se mercadean en las calles del país, sirven de caldo de cultivo a la juventud especialmente y que los incita a cometer fechorías en las cuales no se sabe cómo van a terminar.-
Las cárceles están llenas de mujeres y hombres o mejor dicho atiborradas de infractores a la ley, en lugares malolientes y de manifiesta promiscuidad factores propicios para incentivar la violencia.-
Ahora se han sumado a la larga lista de delitos a los ladrones de cuello y corbata que viven engañando al país y a los propios ciudadanos que caen plácidamente en la tentación ofertada y que se conoce en la jerga delictual como estafadores o timadores.
Y aún así, es manifestado públicamente que son más los delincuentes que andan en las calles de Chile que los que están pagando sus culpas en las mal llamadas cárceles.-
Entonces los ciudadanos honrados que todavía deben quedar se miran acongojados y viven con miedo permanente a que sean víctimas de algún atraco.-
Por más empeño que pongan las autoridades que dirigen el país, nada parece que hace efecto en este mundo resquebrajado por la violencia que se ensaña con la población que ven sus casas abarrotadas con mallas protectoras y artefactos tecnológicos de imagen y sonido por miedo a ser asaltados.-
Así no se puede vivir y al parecer esta larga cadena putrefacta no tiene visos de nunca acabar.-
Ya ni estar “confesados” es antídoto para estos secuaces gladiadores de la maldad.
Creo que la violencia nace en las mismas casas, donde los padres han perdido el control sobre sus hijos. Antes respetábamos nuestros padres y a ninguno de nosotros nos marco una palmada oportuna.