Por: Patricia Villarreal C. / Directora Ejecutiva de AFIPA
Vivimos en un mundo donde los riesgos están presentes en cada aspecto de nuestra vida diaria. Acciones tan simples como beber agua o exponernos al sol, que son indispensables para nuestra salud, conllevan peligros potenciales si bebemos agua en exceso o mantenemos una exposición prolongada al sol. La diferencia radica en la gestión adecuada de estos riesgos.
En el ámbito agrícola, el desarrollo de la ciencia, la tecnología y en consecuencia las capacidades de análisis han avanzado significativamente, permitiéndonos mejorar nuestro conocimiento y control sobre los riesgos. Estos avances son cruciales en un entorno cambiante, marcado por el cambio climático, la reducción de suelo cultivable y la aparición de nuevas plagas, enfermedades y malezas que desafían la seguridad alimentaria haciendo indispensable contar con las mejores tecnologías disponibles para la protección de los cultivos y un marco regulatorio ágil para apoyar una agricultura sostenible.
En este contexto, la adopción de buenas prácticas agrícolas, el Manejo Integrado de Plagas y la evaluación y gestión de riesgos se convierten en estrategias imprescindibles para hacer frente a los desafíos que enfrenta la agricultura en la actualidad, que permiten maximizar los beneficios de las tecnologías, sin comprometer la seguridad de las personas y el medio ambiente, de modo de construir un sistema alimentario más sostenible y equitativo.
Aunque estas prácticas están fuertemente adoptadas en el sector exportador, aún queda mucho por hacer en la agricultura de pequeña superficie y, especialmente, en la agricultura familiar campesina, que involucra a cerca de 280.000 productores en nuestro país. Con este objetivo, hemos centrado en este sector nuestro proyecto «Agricultura Sostenible en Acción», impulsado por CropLife y AFIPA, mediante el cual acompañaremos a asesores y pequeños y medianos agricultores a implementar Técnicas de Manejo Integrado de Plagas e incorporar las mejores prácticas para el uso seguro de las tecnologías, de manera segura y permanente.
Sin embargo, no es posible dejar de mencionar que para que estas prácticas sostenibles sean efectivas, es necesario actualizar la regulación para fomentar su adopción, fortalecer los instrumentos de fomento agrícola y los modelos de aplicación, que incluyan el desarrollo permanente de las capacidades de los agricultores a través de una capacitación permanente, incorporando la evaluación y gestión de riesgos en todas las fases del proceso productivo.
La agricultura moderna no solo debe enfocarse en incrementar la producción, sino también en hacerlo de manera sostenible y segura. La gestión adecuada de los riesgos es la clave para lograr este equilibrio, permitiéndonos enfrentar los desafíos del presente y del futuro con confianza y responsabilidad.