Señor Director:
Los gobiernos de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera han sido nefastos y de efectos irreversibles para la nación chilena.
Aun cuando las bases de la destrucción de Chile tiene claros antecedentes en las últimas décadas, estos últimos dieciséis años poseen un impacto que atenta contra el pasado, el presente y el futuro del país y sus habitantes: Pues estos presidentes no han gobernado para la nación sino para la sinarquía mundial –gestores de la destrucción de los valores tradicionales de la familia y la sociedad de Occidente–, promoviendo la invasión (“inmigración” para los súbditos del globalismo) de Chile –a como dé lugar y bajo cualquier pretexto– al punto que, comprendiendo las estratagemas del mundialismo y de sus agentes, el próximo “estallido social” buscará cambiar el nombre de Chile por considerársele “muy chileno”, “muy criollo”, y propio de los “antiguos chilenos” –véase la supresión del 12 de Octubre, a pesar que nuestra población, nuestras ciudades, nuestra lengua y nuestra cultura es de origen hispano– por “Nueva Perú”, “Nueva Venezuela” o “Nueva Haití” y así como se permitió a las turbas anárquicas los ataques a los monumentos patrimoniales de nuestra historia e identidad, se atacará nuevamente la memoria de nuestra historia, nuestros héroes y de nuestra gente. “¿Estallido social”? No. Es un plan. Un protocolo establecido (“Hemos transformado todos los Estados en arenas en que se desarrollan todas las luchas. Un poco más de tiempo, y los desórdenes y las bancarrotas aparecerán por doquier. Charlatanes inagotables han transformado las sesiones de los parlamentos y las asambleas gubernativas en torneos oratorios. Periodistas audaces, panfletistas sin pizca de vergüenza, atacan todos los días a los gobernantes. Los abusos del poder prepararán finalmente el derrumbamiento de todas las instituciones y todo caerá destruido a los golpes de las turbas enloquecidas…”).
El “estallido” en Chile llamativamente buscó la destrucción de los emblemas y monumentos de nuestra nacionalidad –de todos aquellos que han construido la historia del país–, operación que luego se replica en los Estados Unidos de América.
Es el preludio a la dictadura del Nuevo Orden Mundial.
El “globalismo”.
Pues, ¿habrá lugar para la celebración y exaltación de nuestra Patria en el futuro? No, pues será considerado “discriminatorio” y vetusto. Y valores contrarios a los “nuevos chilenos”.
El mismo fenómeno refundacional se ha impuesto en todos los países occidentales, sin la auto-determinación y soberanía de las poblaciones locales: El objetivo es el reemplazamiento de las poblaciones originales y la ocupación por parte de los “nuevos chilenos”, “nuevos alemanes”, “nuevos irlandeses”, “nuevos españoles”…
Ciertamente, la hipócrita moral que se ya inoculó en la sociedad chilena buscará suprimir la conmemoración de la gesta heroica de Arturo Prat y del sacrificio de los soldados en La Concepción, debiendo suplicar un “perdón histórico”.
La moral de los esclavos.
La inversión de los valores.
Y el tricolor patrio será un arcoíris de inclusión, tolerancia y nihilismo.
Los gobiernos malditos de Bachelet y Piñera transformaron nuestro país en un mercado de baratijas, en una “casa de huifas” donde todo se vende –véase la acción de las mineras y la destrucción de las montañas y la proliferación de las “zonas de sacrificio” a escala nacional–. Porque la única media, el único parámetro de autovalidación a la destrucción total de Chile y sus habitantes son las ecuaciones comerciales, las estadísticas, los porcentajes y el interés del dinero.
El Becerro de Oro.
Y esto, acompañado de la palabrería barata, burda y vulgar de “por la gente”, “por Chile”, cuando en la realidad se ha tratado de todo lo contrario: Han destruido nuestra historia y nuestro vasto patrimonio cultural en favor del “multiculturalismo”, del “latinoamericanismo”, del “globalismo”, favoreciendo el marxismo cultural, el materialismo y la decadencia, la degeneración y la idiotez y claramente, en vez de haber fomentado e impulsado el desarrollo de la familia chilena y el crecimiento demográfico, han promovido el aborto, la “pastilla del día después” y las uniones infecundas, favoreciendo el reemplazo de nuestra gente por los “nuevos chilenos” como se observa en todas los pueblos, en todas las ciudades y regiones del país.
Es el fin de Chile que anticipó el etnólogo y doctor Nicolás Palacios y que luego denunció el pensador, escritor y exembajador Miguel Serrano.
Y no hay consciencia sobre lo que sucede: La clase política embobada en los próximos desfalcos y en las elecciones; las Fuerzas Armadas impávidas y por primera vez rupturistas con la tradición y espíritu de sus antecesores y el pueblo, el tan apreciado pueblo, totalmente idiotizado gracias a la televisión, las “redes sociales”, las borracheras y la droga.
Si hay historia en el futuro, que ésta constate los mandatos de Bachelet y Piñera como los gobiernos malditos que promovieron la destrucción de Chile.
Por: Rafael Videla Eissmann