Por: Marcelo Ipinza Académico Instituto de Matemática, Física y Estadística Universidad de Las Américas.
Cada 7 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Física Médica, fecha establecida por la Organización Internacional de Física Médica en conmemoración del nacimiento de Marie Curie, pionera en el estudio de la radiactividad. Su trabajo, que abrió el camino a los rayos X, la medicina nuclear y la radioterapia, simboliza la unión entre el conocimiento físico y el compromiso con la vida humana. Este día reconoce a quienes, desde la ciencia, transforman la energía y la materia en herramientas para sanar.
Esta rama aplica los principios de la física para la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades. En los hospitales y centros de investigación, los físicos trabajan en estrecha colaboración con médicos, tecnólogos y radiólogos para garantizar el uso seguro y eficaz de la radiación y otras tecnologías. Su labor es muchas veces invisible, pero esencial: detrás de cada imagen de resonancia magnética, tomografía o sesión de radioterapia, hay un complejo entramado de cálculos, calibraciones y controles de calidad que aseguran precisión milimétrica y protección para el paciente.
Desde el punto de vista físico, el cuerpo humano puede considerarse un sistema que interactúa con la energía. La radiación, cuando se controla y se dosifica adecuadamente, permite analizar cómo la materia viva absorbe, refleja o transforma esa energía. En una tomografía computarizada, por ejemplo, los rayos X atraviesan el cuerpo y son atenuados de manera distinta por los tejidos según su densidad. Detectar esas diferencias y reconstruirlas digitalmente permite obtener imágenes tridimensionales del interior del organismo. En la radioterapia, el principio físico se invierte: en lugar de observar, se deposita energía de manera dirigida y precisa para destruir células tumorales sin afectar los tejidos sanos.
La física médica no se limita a la radiación. También abarca el uso de campos magnéticos, ultrasonido, láseres y radiofrecuencias. La resonancia magnética se basa en el comportamiento de los protones del cuerpo cuando se alinean y desalinean bajo un campo magnético intenso. Esa interacción cuántica produce señales eléctricas que, procesadas por algoritmos, generan imágenes de alta resolución sin exposición a radiación. En la ecografía, en cambio, se aprovecha la propagación del sonido: ondas ultrasónicas que se reflejan en los tejidos, permitiendo visualizar órganos, flujos sanguíneos y movimientos internos en tiempo real.
Más allá de la tecnología, esta disciplina representa una forma de pensar: medir para comprender, comprender para curar. Cada parámetro físico —energía, dosis, frecuencia o intensidad— tiene una traducción biológica, y de ese vínculo depende la eficacia y seguridad de un procedimiento. La precisión no es solo un ideal científico: es una exigencia ética. Detrás de cada cálculo hay una vida humana confiada a la ciencia.
En un mundo donde la tecnología avanza con rapidez, el papel del físico médico se vuelve aún más crucial. La incorporación de inteligencia artificial en la interpretación de imágenes, la personalización de tratamientos y el desarrollo de terapias basadas en partículas, exige profesionales con una sólida comprensión de la física, pero también con sensibilidad humana.
El Día Internacional de la Física Médica es un homenaje a esa conjunción entre ciencia y conciencia. Nos recuerda que la energía puede destruir o sanar, que la radiación puede ser amenaza o esperanza, y que el conocimiento físico, aplicado con ética, es una de las expresiones más nobles de la inteligencia humana.
La física, que alguna vez buscó desentrañar la estructura del átomo, hoy utiliza esa misma energía para explorar, diagnosticar y proteger al cuerpo humano.











