Cómo diferenciar el apetito real de la ansiedad: una mirada desde la nutrición

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Por: María Cristina Escobar Contreras, Directora de Nutrición y Dietética Universidad Andrés Bello.

¿Cómo sé si realmente tengo hambre o si estoy comiendo por ansiedad?, una pregunta más común de lo que pensamos. El entorno en el que vivimos y los estímulos a los que nos exponemos repercuten directamente en nuestra relación con la comida, transformándose en algo emocional.

Sentir hambre corresponde a un mecanismo biológico, siendo la forma que el organismo tiene para alertarnos de que necesita energía para poder funcionar. Se manifiesta de manera progresiva y con señales bastante claras cómo sensación de estómago vacío, ruidos abdominales, debilidad, falta de concentración e incluso irritabilidad, lo que desaparece al ingerir algún alimento, por lo que no pasa a ser algo selectivo.

La ansiedad, en cambio, es una sensación repentina, intensa y específica. No responde a necesidades fisiológicas, sino emocionales. La comida se transforma en una vía de escape temporal frente al estrés, la tristeza, el aburrimiento, el cansancio o incluso a la frustración del día a día. Podemos reconocerla por su aparición súbita, sin señales físicas previas, se orienta a alimentos específicos, generalmente dulces, sándwich, snacks o comida rápida. Puede aparecer incluso después de haber comido algo, es muy difícil de calmar con alimentos saludables y al comer se genera un alivio momentáneo pero que muchas veces es seguido de culpa.

La ansiedad busca entonces sensación en vez de nutrición, motivo por el cual se asocia a la ingesta de alimentos más sabrosos que activan los sistemas de recompensa del cerebro.

Confundir el hambre con la ansiedad, se debe a que nuestro cuerpo y mente están profundamente conectados. El estrés aumenta el cortisol, una hormona que puede elevar el deseo de alimentos calóricos. El cansancio altera nuestras señales de saciedad y la rutina acelerada nos desconecta de lo que sentimos, por lo que comer se vuelve un mecanismo de regulación emocional.

La invitación es a antes de comer, detenerse unos segundos y pensar ¿Tengo señales físicas de hambre?, ¿Qué tipo de alimento estoy buscando?, ¿Cuándo fue mi última comida? y de esta manera intentar diferenciar entre hambre y ansiedad, lo que permitirá mejorar la relación con la comida.

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