Día de campo aborda cultivos resilientes ante un cambio climático inminente

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Al interior del Valle del Aconcagua, INIA La Cruz organizó un Día de Campo que reunió a agricultores, asesores técnicos, especialistas y autoridades para compartir avances concretos en estrategias de adaptación destinadas a la Agricultura Familiar Campesina (AFC).

Este encuentro, realizado en una de las unidades de validación del programa, demostró que la innovación científica y el conocimiento práctico pueden transformar los sistemas agrícolas en escenarios más resilientes y sostenibles.

Por su parte, el investigador entomólogo del INIA La Cruz Ernesto Cisternas hizo énfasis en la importancia del monitoreo constante de los cultivos para detectar y manejar plagas antes de que se conviertan en un problema. Durante la jornada, Cisternas presentó ejemplos de insectos identificados en las hortalizas y compartió las estrategias adoptadas para controlarlos de manera sostenible. “Las plagas son una consecuencia directa de los desequilibrios en los agroecosistemas. Un monitoreo efectivo permite identificar a tiempo estas amenazas y fomentar el uso de enemigos naturales como agentes de control biológico,” explicó.

La intervención de Aart Osman, experto en agroecología giró en torno al manejo agroecológico implementado en la unidad, un enfoque que combina técnicas tradicionales con innovaciones modernas. Osman detalló cómo la incorporación de compost ha mejorado la fertilidad del suelo, promoviendo un crecimiento saludable de los cultivos sin recurrir a insumos químicos. “El compost no solo enriquece el suelo, sino que también mejora su capacidad para retener agua y soportar cambios extremos. Además, la diversificación de especies crea un entorno más equilibrado y resiliente, capaz de enfrentar las incertidumbres del cambio climático,” afirmó.

Osman también presentó alternativas agroecológicas como los abonos verdes y las asociaciones de cultivos, resaltando que estos enfoques no solo son beneficiosos para el medioambiente, sino también para la economía de los pequeños agricultores.

Andrea Torres, extensionista de INIA, destacó la implementación del sistema de riego tecnificado en la unidad demostrativa, una herramienta clave para optimizar el uso del agua en un contexto de creciente escasez hídrica. Durante su intervención, Torres explicó el manejo de los frutales seleccionados como frambuesa, variedades de frutilla, damasco, ciruelos, higuera, entre otros, especies que han demostrado ser resistentes al estrés hídrico. “La instalación de sistemas de riego eficientes no solo reduce el consumo de agua, sino que también mejora la productividad de los cultivos. Este enfoque permite a los agricultores garantizar cosechas estables incluso en condiciones climáticas adversas,” señaló.

Los asistentes recibieron fichas técnicas e informativos con descripciones detalladas de los insectos detectados y las prácticas de manejo recomendadas. Este material busca transferir a los agricultores con conocimiento práctico para proteger sus cultivos.

El evento, más que una presentación de las prácticas sostenibles realizados aquí, fue una lección de resiliencia y sostenibilidad.

En esta Unidad Demostrativa de Panquehue, donde los cultivos orgánicos comparten espacio con frutales adaptados, quedó en evidencia cómo la biodiversidad y el manejo agroecológico son aliados en un escenario donde el cambio climático redefine las reglas de la producción agrícola.

«El cambio climático está alterando la composición de los agroecosistemas, generando desequilibrios que facilitan la aparición de plagas en cultivos estratégicos,» explica el Dr. Ernesto Cisternas, investigador entomólogo del proyecto. Este desafío no es solo técnico, sino ecológico, “el incremento de las temperaturas, las lluvias irregulares y las heladas tardías modifican el entorno, afectando la estabilidad de los cultivos tradicionales”, precisó.

La respuesta del INIA ha sido clara: promover sistemas agrícolas más biodiversos y sustentables. “La diversidad de cultivos no solo favorece la productividad, sino que también fomenta el desarrollo de agentes naturales de control biológico que equilibran los ecosistemas agrícolas, reduciendo la necesidad de agroquímicos”, destacó la directora del proyecto Victoria Muena.

Un ejemplo de esto es el trabajo con enemigos naturales de las plagas. Al tratarse de un huerto orgánico, en lugar de depender de los agroquímicos, se identificó y promovió especies benéficas que regulan las poblaciones de insectos plaga, creando un entorno más saludable tanto para los cultivos como para los agricultores.

Leslie Vergara es una de las beneficiarias de esta iniciativa, quien se dedica en un 100% a su proyecto orgánico integrando toda la cadena productiva. Ella es una productora orgánica desde 2011 y compartió con los asistentes su experiencia en la transición hacia la agricultura regenerativa. “Comenzamos regenerando el suelo con abonos verdes y microorganismos. Alimentar el suelo es clave porque cuando está sano, responde equilibradamente. Las plagas son mínimas y no hay ataques masivos,” relata.

Leslie no solo cultiva frutales y hortalizas orgánicas, sino que también se ha convertido en una líder comercial, abasteciendo mercados en Santiago a través de la Ecoferia de La Reina y despachos a domicilio. Su experiencia es un testimonio de que los sistemas agrícolas sostenibles no solo son viables, sino también rentables.

Además, destacó el rol del INIA en la elección de especies frutales para diversificar el huerto como frambuesa, damasco, ciruelos, higuera, y granado, y de esta forma aumentar la resiliencia ante el cambio climático. «La colaboración entre agricultores y científicos ha sido clave para instalar sistemas de riego tecnificado y seleccionar cultivos que puedan prosperar en condiciones adversas,» comentó.

El proyecto también pone en valor el rol de las mujeres rurales, quienes lideran muchos de estos esfuerzos de transformación. Para las agricultoras locales, este modelo no solo es una solución al cambio climático, sino también una herramienta de empoderamiento económico y social.

Durante el recorrido, se subrayó la importancia de replicar estas prácticas a mayor escala. La regeneración de suelos, el uso de compost, frutales en camellones y la planificación de huertos diversificados son prácticas que han demostrado ser efectivas. El objetivo es claro: construir un sistema agrícola más resiliente que pueda ser adoptado por pequeños productores en todo el país.

El día de campo no solo fue un espacio de aprendizaje para los agricultores sino que buscó sensibilizar a las autoridades regionales sobre la necesidad de apoyar iniciativas de este tipo, que combinan conocimiento científico con prácticas ancestrales y modernas.

El día de campo en INIA La Cruz fue un recordatorio de que la adaptación al cambio climático no es solo un imperativo técnico, sino también una oportunidad para redescubrir la relación entre el hombre y la tierra. La  Agricultura Familiar Campesina (AFC) no es solo un modelo de producción, sino un testimonio de resistencia y esperanza que, con el apoyo adecuado, puede garantizar la seguridad alimentaria y el bienestar de futuras generaciones.

En palabras de Leslie Vergara: «Cuando le damos a la tierra lo que necesita, ella nos devuelve con creces. Es hora de que aprendamos a escucharla.» Un mensaje que, sin duda, resonó entre los presentes.

El proyecto “Adaptación e Implementación al Cambio Climático para la Agricultura Familiar Campesina”, dirigido por la investigadora Victoria Muena, y desarrollado por un equipo multidisciplinario, ha generado valiosos conocimientos para enfrentar el cambio climático. Esta iniciativa contó con el financiamiento del Gobierno Regional.

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