Por: Hugo Pérez White
Tenía 12 años apenas, cuando tuve en mis manos un violín y desde esa época iniciamos un romance que duró mucho tiempo y juntos pasamos adversidades y momentos gratos.-
Al principio los sonidos que salían de sus cuerdas, más parecían maullidos de un gato que una grata melodía que se pudiese escuchar con agrado..-
Quizás por eso nos hicimos tan amigos y desde entonces dediqué todo el tiempo libre que tenía después de cumplir mis labores escolares para mejorar dichos sonidos.-
Tarea difícil para un instrumento también difícil, pero, seguí adelante y dejando de lado los momentos más preciados de la juventud como la diversión, salir de paseos con los amigos y una infinidad de actividades propias de la adolescencia.-
Como alumno de la Escuela Normal de Valdivia, los días sábados, domingos y festivos que eran de libre disposición para visitar a parientes, amigos o a sus apoderados, prefería quedarme en el internado para ensayar aspectos técnicos del violín y así se fue apoderando la idea de llegar a ser algún día un concertista como aquellos que se escuchaba en las radios y que reunían a multitudes para gozar de las hermosas interpretaciones que salian de esas cuatro cuerdas y la ductibilidad de los dedos del concertista y que eran fundamentales para algunos directores de orquestas sinfónicas-
Paralelamente a mi función docente ingresé a la Universidad de Chile en la cual cursé dos años de violín y Apreciación Musical y fue en ese entonces cuando me di cuenta que mis ilusiones de ser concertista alguna vez, eran una utopía que no podía cumplirse y dentro de la angustia lógica de un proceso mental tan prolongado en el tiempo, esta ilusión llegó a su fin.-
Cuántos niños existirán en nuestro país que tienen condiciones especiales que los hacen diferentes a otros compañeros de su misma generación y se pierden en el camino por falta de una orientación adecuada y oportuna.-
Es responsabilidad del Estado preocuparse de estos futuros talentos ya sea en lo deportivo, lo científico, artístico y cultural en sus diversas manifestaciones y encauzarlo adecuadamente para sacar de ellos el máximo de sus potencialidades.-
Estoy seguro que los hay y que nuestra niñez y juventud bien orientada, puede dar muchas satisfacciones a todos los chilenos y no estar siempre sujetos a los genios que aparecen en otros países.-
No hay que perder de vista a estas potencialidades que aparecen de vez en cuando en nuestro medio para no darnos cuenta que ellos bien valen una buena inversión y no desaparezcan en el intento por rescatarlos después cuando ya es demasiado tarde.-
Las autoridades tienen la palabra en este aspecto y las regiones también deben estar alertas en detectar a tiempo a estos niños superdotados que también merecen una orientación acorde a sus capacidades y fomentar en los barrios y ciudades actividades que permitan el máximo de participación en la realización de proyectos que impulsen la creatividad y el desarrollo de sus habilidades y entonces aparecerán las individualidades que merecen una orientación, apoyo y ayuda necesaria.-