Por: Moris Beracha
El más reciente informe publicado por el Banco Mundial asegura que la economía china crecerá 1,6% este año, y se prevé que para 2021 se expanda hasta alcanzar un nada despreciable 7,9%, lo que supondría un mayor ritmo desde 2012.
Tales pronósticos no difieren en gran medida con los mostrados por el Fondo Monetario Internacional, que señalan que el crecimiento de la nación asiática sería de 1% (2020) y de 8,2% (2021).
No obstante las medidas adoptadas por el gobierno de China para contener la debacle económica y minimizar los efectos adversos que tiene sobre las finanzas, una débil demanda interna de productos y servicios, hace más lento el proceso de recuperación.
Sin embargo, el panorama no se presenta tan difícil como algunos analistas, al principio de la pandemia, avizoraban. La recesión siempre está allí, latente, pero la palabra mágica “confianza”, es la clave para iniciar un lento, pero seguro, proceso de reactivación. Es preciso la recuperación de la confianza, tanto a nivel local, como internacional.
Los conocedores en la materia están convencidos que, de acuerdo con los resultados arrojados, las políticas adoptadas por Pekín han surtido efecto, aunque a veces imperceptible para la gigante economía de ese país.
Al respecto y para que se cumpla con las previsiones de crecimiento, el Banco Mundial ha solicitado a la administración china, el mantenimiento de la flexibilización de sus políticas monetarias y financieras, con lo cual se garantizaría la liquidez, rentabilidad en los bonos y el alivio de las cargas por concepto de endeudamiento de hogares, empresas y del mismo gobierno.
En tal sentido, Sebastián Eckardt, economista principal para China del ente multilateral, insistió en la necesidad de acortar la brecha “entre las redes de protección social para apoyar a los trabajadores y hogares afectados”, así como para ayudar a disminuir la muy ya persistente debilidad del consumo doméstico.