Por: Mauricio Gómez, Docente de Ingeniería en Electricidad y Automatización Industrial, Duoc UC Sede Valparaíso.
En el marco del mes de la eficiencia energética, es fundamental reflexionar sobre el impacto de las energías renovables no convencionales (ERNC) en nuestra vida cotidiana y su estrecha relación con el uso eficiente de la energía. Nuestro país ha avanzado significativamente en la incorporación de estas fuentes en la matriz energética, logrando que cerca del 25% de la electricidad provenga de energía solar, eólica, geotérmica y biomasa, entre otras. Este crecimiento ha generado una sinergia positiva con la eficiencia energética, permitiendo reducir el consumo de combustibles fósiles y optimizar el uso de la electricidad en distintos ámbitos.
Sin embargo, los recientes eventos, como el apagón masivo del pasado febrero, han puesto en evidencia la vulnerabilidad del sistema eléctrico y la necesidad de fortalecer la diversificación de fuentes energéticas. Durante horas, miles de hogares y comercios quedaron sin suministro, afectando tanto la calidad de vida de las personas como la operatividad de servicios críticos. Este tipo de contingencias refuerza la importancia de avanzar en sistemas de respaldo sustentables que permitan enfrentar emergencias de manera eficiente y sin recurrir exclusivamente a combustibles fósiles.
El desarrollo de las ERNC no solo representa un avance tecnológico, sino que también responde a políticas públicas orientadas a la diversificación energética y la reducción de emisiones. La Ley de Eficiencia Energética, por ejemplo, establece lineamientos claros para optimizar el consumo energético en industrias, transporte y hogares. Asimismo, el plan Energía 2050 busca que para ese año la generación eléctrica del país sea completamente limpia y sostenible. Estas iniciativas apuntan a lograr independencia energética y disminuir el impacto ambiental de nuestra matriz de generación.
En términos prácticos, el uso de energías renovables en el hogar ha crecido notablemente, especialmente la solar fotovoltaica. Aunque inicialmente su instalación tenía costos elevados, con el tiempo estos han disminuido, haciéndola más accesible. La posibilidad de generar electricidad propia no solo permite ahorrar en la cuenta de la luz, sino que también otorga autonomía ante cortes de suministro como el ocurrido en febrero.
Los sistemas fotovoltaicos, ya sean on-grid (conectados a la red) u off-grid (independientes con baterías), representan una solución viable para garantizar un suministro estable. Su implementación, junto con una gestión eficiente de la energía, contribuye a la sustentabilidad y mejora la calidad de vida de las personas.
El apagón de febrero nos dejó una lección clara: debemos apostar por un sistema energético más resiliente y sostenible. En este mes de la eficiencia energética, el desafío es seguir fomentando el uso de energías renovables y adoptar prácticas que optimicen el consumo eléctrico. Cada acción cuenta en la construcción de un futuro más limpio y menos vulnerable a crisis energéticas.